Está claro que todos tenemos pecados, debilidades, defectos y/o cometemos errores. Por más que nos esforcemos, la perfección es meramente una aspiración y todos tenemos aspectos o cuestiones a mejorar.

Centrándonos en el ámbito tributario, esa perfección deseada es inalcanzable para cualquier contribuyente medio, por más diligencia, capacidad y recursos de que disponga, pues es tal la exuberancia de obligaciones tributarias que deben atenderse a lo largo del tiempo y de los años que, difícilmente, es posible sobrevivir a este abuso administrativo sin cometer algún error o fallo. Añadamos a ello, que la normativa tributaria vigente es compleja, confusa, incierta, cambiante y sujeta a diversidad de interpretaciones.

Pues bien, en este entorno, donde atendiendo a la regla de convivencia o la norma de referencia (la normativa tributaria) vigente en el momento, nuestros actos y/o comportamiento es susceptible de una presunta reprobación, resulta desolador que exista algún ente que no sólo tiene la potestad de revisarnos y exigir responsabilidades, sino que tiene la capacidad de controlarnos y la voluntad de que actuemos coaccionados por el miedo a un castigo o posterior represión.

Prueba evidente de ello es que el Departamento de Gestión Tributaria de la Agencia Tributaria se ha dedicado a enviar a múltiples contribuyentes una carta para hacerles saber que los tiene controlados y sabe cosas. Les adjuntamos un ejemplo de ello:

Documento AEAT